martes, agosto 05, 2003

Texto de "La tía Tula" Miguel de Unamuno

-¡Mira qué hermosura! -exclamó Gertrudis una tarde, al ocaso, en que estaban sentados frente al mar.
Era la luna llena, roja sobre su palidez, que surgía de las olas como una flor gigantesca y solitaria en un yermo palpitante.
-¿por qué le harán cantado tanto a la luna los poetas? -dijo Ramiro-; ¿por qué será la luz romántica y de los enamorados?
-No lo sé, pero se me ocurre que es la única tierra, porque es una tierra…, que vamos sabiendo que nunca llegaremos a ella…, es lo inaccesible. El sol no, el sol nos rechaza; gustamos de bañarnos en su luz, pero sabemos que es inhabitable, que en él nos quemaríamos, mientras que en la luna creemos que se podría vivir y en paz y crepúsculo eternos, sin tormentas, pues no la vemos bihar; pero sentimos que no se puede llegar a ella… Es lo intangible…
-Y siempre nos da la misma cara…, esa cara tan triste y tan seria… es decir, siempre ¡no!, porque la va velando poco a poco y la oscurece del todo y otras veces parece una hoz…
-Sí –y al decirlo parecía que Gertrudis seguía sus propios pensamientos sin oír los de sus compañero, aunque no era así--; siempre enseña la misma cara porque es constante, es fiel. No sabemos cómo será por el otro lado…, cual será su otra cara…
-La oscura…
-¿La oscura? ¡Me parece que no! Ahora que esta que vemos está iluminada, la otra estará a oscuras, pero yo sé poco de estas cosas o cuando esta cara se oscurece del todo, en luna nueva, está en luz por el otro, es luna llena de la otra parte…
-¿Para quién?
-¿Cómo para quién?
-Sí, que cuando el otro lado alumbra… ¿para quién?
-Para el cielo, y basta. ¿O es que la luna la hizo Dios no mas que para alumbrarnos por la noche a nosotros, los de la tierra? ¿O para que hablemos estas tonterías?
-Pues bien, mira, Tula…
-¡Rosita!
Y no le dejó comentar la intangibilidad y la plenitud de la luna.

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