lunes, julio 21, 2003

Derrepente me sale una musculatura tipo superman y corro, casi vuelo, hasta sentirme segura. Pero es como un oasis en medio del desierto que se te aparece por la sed que llevas dentro desde siempre. Cuando llegas a ese lugar seguro, en dónde te dice tu miedo que estarás bien, sólo te encuentras con la soledad. Que desdicha. Pero igual, siempre salgo corriendo. Alguna vez vi a un corre caminos, yo sola en mis años que todos creían que estaba loca, en mis años que sólo quería estar sola en mi cuarto, con una grabadora de casette, incienso, y mis ganas de salir al mundo. (Una niña mimada. Cuando estoy tocando la puerta para finalmente echar el salto al mundo, me escondo como tortuga.) El corre caminos sólo me pasó, mientras yo, en medio de mi pubertad, me encontraba desifrando mi cuerpo que empezaba a brotar como piquete de sancudo. Corrió y corrió hasta que se lo trago el horizonte. Corrió como la sangre que siento que derramo por este miedo. Me das miedo. Desde que te conocí no sabía que hacer contigo, con tus palabras escritas, tus palabras en mi oido, tus palabras, en mi alma, me das miedo. Pero aún estando sólo en mi memoria y en el viejo y conocido rincon de nuestras penas, ahí en donde todos saben nuestros nombres, o sea en el mismo congal de siempre, yo todavía te veo igual, pero tú no. Yo te dejé ahí, salí corriendo y me tragó el horizonte, y ya no pensaste más en mi.

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