Soñé que tenía dos manos. Desperté y besó mis manos suavemente. Soñé que flotaba mi esqueleto, la parte más sensilla pero la más necesaria, con la que siempre cuentan todos. Desperté y abrazó mi cuerpo. Soñé que en las llemas de mi mano, derrepente, brotaban orejas, que transmitían lo que sentía. Desperté y me quería.
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